Discrepancia personal con alguno de los resultados del “cuestionario de profesores” del Informe del Informe del Defensor del Pueblo (2000). Consideraciones al respecto

En lo que se refiere a las respuestas que dieron los Jefes de Estudio contestando como “profesores”, discrepo de ese orden de prioridades en la categoría de“muy importante”. Claramente las respuestas fueron dadas por Jefes de Estudio. Es evidente que para que funcione un centro hacen falta “recursos humanos”. Está claro que si hay suficientes recursos humanos el centro funcionará bien, y si hay pocos, funcionará peor. Si hay demasiado poco en lo que se refiere a esos recursos humanos, el Instituto funcionará mal. Los profesores de Secundaria estamos cansados de esperar que se cubran vacantes de profesores (algunas se han cubierto incluso en Diciembre, es decir, casi tres meses después de comenzado el curso). Hay incluso fechas, en que se hace necesario cubrir más aulas que profesores de guardia hay asignados para ello, en esa determinada hora. Eso sí crea un verdadero problema de funcionamiento para el centro. También, si hay demasiados alumnos con “problemas de aprendizaje”, y no se dota el “cupo” con suficientes profesores de apoyo, se crea también un problema para el funcionamiento del centro.

Pero ello, no tiene nada que ver con el maltrato entre iguales, si bien, podría incidir en que la falta de profesorado en determinadas horas, es una buena invitación para que el maltratador lleve a cabo sus fechorías. Sin embargo, creo y también lo creen un altísimo porcentaje de profesores, que el Bullying aun siendo muy importante no es el único problema de violencia que vive la escuela. Hay otros aspectos que todavía no han sido suficientemente estudiados. Los profesores hablan de una “violencia soterrada” en el aula; de una tensión que agota; de un escenario para el que en muchos casos no se sienten preparados. La violencia en los Institutos no se da exclusivamente entre los iguales (alumnos/as). Puede darse entre cualquiera de los que componen todo el sistema educativo: profesores, padres, personal no docente, y alumnos. De ello os hablaré en otra ocasión. Respecto a uno de los resultados extraídos en el Informe del Defensor del Pueblo de las respuestas de los Jefes de Estudio, (al contestar como profesores) quiero decir que en general, los profesores sí están de acuerdo en que “la participación de las familias” es algo realmente importante. Los docentes estamos absolutamente en contra de la claudicación formativa de las familias. Se sabe que el esfuerzo realizado en la escuela se pierde si no se trabaja en la familia en la misma dirección. Enseñar el valor de la verdad y de la honradez; del respeto a los demás; educar la afectividad y la sensibilidad resulta hoy por hoy imprescindible. Pero los valores no se enseñan; los valores se viven, y se aprenden poniéndoles en práctica. Por eso es tan imprescindible el trabajo conjunto entre la familia y la escuela; entre padres y profesores. Sin embargo la familia participa en un proceso general de inhibición de sus responsabilidades educativas (que, por cierto, también se dan en otros agentes o instituciones sociales), habiéndose extendido la idea de que la educación es solo cosa de la escuela, aunque se trate de inculcar valores tradicionalmente tratados en el ámbito familiar. Ello queda corroborado en un estudio de la Fundación Hogar del Empleado de la Comunidad Autónoma de Madrid, según el cual, el 41 % de los padres estaba “bastante” o “muy de acuerdo”, en que la familia delega cada vez más en la escuela parte de sus responsabilidades educativas. Otra encuesta de la Fundación Encuentro (informe 1996. p.248), también pone al descubierto esa “mala colaboración”. Ante la pregunta “¿qué porcentaje de padres, aproximadamente, tiene actitud de colaboración?”, los profesores responden que “activa” un 32 %; “muy activa”, un 14 %, y ponen como “actitud pasiva” un 36 %, y “muy pasiva” un 18 %. Es decir, prácticamente un 54 % de los padres, no tienen actitud de colaboración con el centro educativo al que van sus hijos. Y para el colmo, se da la siguiente paradoja: en otra encuesta de la Fundación Hogar del Empleado de la C.A. de Madrid, de la que se hace eco el “Informe España 2001” de la Fundación Encuentro, (p. 152), el 71.3 % de los padres declara estar “bastante” o “muy satisfecho” con la manera de enseñar de los profesores, y un 45.4 % de ellos, estima que los profesores “deberían cambiar mucho” o “bastante” su preparación.

En lo que refiere al profesor como víctima y/o como agresor, se hace necesario mencionar (con las reservas citadas de que sean Jefes de Estudio quienes contestan, aun cuando lo hagan desde la perspectiva de solo profesor/a) que el cuestionario utilizado para la realización del Informe del Defensor del Pueblo, incluía, si bien con una presencia secundaria, dos preguntas acerca de posibles conflictos en los que el profesor pudiera verse implicado, bien como víctima, bien como agresor. Según los docentes, en lo que se refiere a agresiones de alumnos hacia éstos, lo que se produce de forma más habitual es el insulto (59 % “a veces ocurre” y 7.3 % “a menudo ocurre). “Sembrar rumores dañinos” y “destrozar enseres” tienen también frecuencias muy altas (por encima del 40 % en la categoría “a veces ocurre”.

El robo, es igualmente un tipo de agresión que en opinión de los profesores sucede con cierta frecuencia (31 %). Incluso la intimidación con amenazas alcanza un porcentaje de 27.3 % en categoría “a veces ocurre”. Pero lo más preocupante es el hecho de que también tienen lugar en los centros, agresiones físicas directas (10.3 % “a veces ocurre”, y 1.7 % “a menudo ocurre”).

Estos datos del Informe del Defensor del Pueblo, tienen su confirmación en que, el Informe “El funcionamiento de los Centros” (INCE, 1997), expone que en 61 centros quedó constancia de agresiones de alumnos a profesores, y en que, refiriéndose exclusivamente a Madrid, el Consejero de Educación Gustavo Villapalos (2001), denunció 18 agresiones de alumnos a docentes, durante el curso 2000-2001, agresiones que habían aumentado en un 200 %.

El reverso de la moneda vendría ofrecido por los datos sobre agresiones de profesores a alumnos (ofrecidos por éstos). En estos casos, la forma de agresión más habitual es “ridiculizar al estudiante” (61 % “a veces ocurre”, y 4 % “a menudo ocurre”). También es bastante frecuente “insultar”, “tener manía” y “destrozar enseres de los alumnos” (49 %, 46.3 % y 41.7 % respectivamente, el profesorado dice que “a veces ocurre”). La “intimidación con amenazas” alcanza un 23 %. Las “agresiones físicas”, y las que consisten en “sembrar rumores dañinos”, son las menos frecuentes, pero no puede decirse que no se produzcan (6.3 % del profesorado, señala, en ambos casos que “a veces ocurre”).

Todos estos datos que acabo de exponer, extraídos del Informe del Defensor del Pueblo, resultan dramáticos. Quizás todo esto ocurra como una especie de “mecanismo de defensa” del profesor ante su relación con determinados alumnos/as. En general, los profesores manifiestan en casi todas las encuestas un clima de malestar generalizado, señalando los trastornos psicológicos como los de mayor riesgo en un Informe sobre la salud laboral del docente, de CCOO, (Villanueva, 2000). Son muchas las horas de trabajo, como epicentro de la acción educativa, y esto exige un gran autocontrol e implica mucho desgaste (Informe de la Fundación Encuentro 1996). No controlar la situación, puede llegar, a veces, a concretarse en estas situaciones.

Creo que esos porcentajes se ajustan poco a la realidad, más que nada, por la forma en que estaban redactadas las preguntas, y las solo cuatro posibilidades para responder: “nunca ocurre”, “a veces ocurre”, “a menudo ocurre” y “casi siempre ocurre”. Evidentemente, si yo hubiese contestado también habría puesto o señalado, la de “a veces ocurre”, porque pensamos que sí, que a veces ocurre, y al saberlo, no tenemos más remedio que contestar con esa opción. Sin embargo, si se hubiese dado la opción de “muy raramente”, o “casi nunca ocurre”, nos habríamos inclinado por ella, en prácticamente todas las agresiones mencionadas. Y reiteramos que, al contestar Jefes de Estudio pueden tener constancia (a diferencia de otros profesores), de una sola vez que haya ocurrido, y efectivamente, ante las cuatro opciones, han de elegir “a veces ocurre”. En definitiva creo que ese alto porcentaje, no correlaciona mucho con la realidad. ¿Qué opináis vosotros al respecto?

Lo cierto es que un elevadísimo porcentaje de docentes son buenos profesionales y mantienen con sus alumnos un trato respetuoso, recibiendo en general un peor trato por parte de sus alumnos, que sus alumnos de ellos. Esa relación profesor-alumno que explicaré cuando termine con el bullying, y que como ya dije, creo se usa como mecanismo de defensa extremo, este tipo de actos, es la causa de que el 6 % de los profesores sufra el “Síndrome del profesor quemado”, o “Síndrome del bournout”.

En lo que se refiere a la agresión física ejercida por el profesor, como por ejemplo el hecho de “pegar” a un alumno/a, me parece un recurso realmente extremo. Según el Informe “El funcionamiento de los Centros”, en el estudio correspondiente a los cursos 94-95, 95-96, y 96-97, quedó constancia en 12 centros, de “agresiones de profesores a alumnos” (INCE 1997. Pg. 101). Todos los profesores son conscientes de que no puedentocar” a un alumno, pues lo contrario puede suponerles una verdadera “ruina”. “La actual regulación legal en España de las facultades correctoras de los padres o tutores, así como de la disciplina escolar, no permite, ni en base a los principios legales que las inspiran, ni en base a las reglas concretas que las regulan, la utilización de castigos corporales ni la utilización de correcciones o sanciones que supongan un maltrato de carácter físico o psíquico”, (Informe del Defensor del Pueblo 2000, Pg.111).

A finales del año 2000, un profesor fue condenado por haber dado un empujón a una alumna que se negaba a darle un balón, y que previamente le había llamado “subnormal” (CSI-CSIF, 2000). Por ello, me pregunto (y sabiendo que todos los profesores son conscientes de ello) en que nivel, digamos de frustración o enajenación se encuentra un enseñante, cuando llega a “pegar de verdad” (y no cuando ellos creen que se les pega o se les agrede) a uno de sus alumnos…¿qué es verdaderamente lo que desencadena esa reacción?… es una de las cosas que me gustaría llegar a averiguar.

A partir de los datos que he presentado y en línea con las conclusiones del Informe del Defensor del Pueblo, “cabe afirmar que hoy por hoy, el panorama de los malos tratos entre iguales en España no es alarmante” (Defensor del Pueblo, 2000, Pg. 199). Evidentemente, con eso no podemos afirmar que la situación sea buena, y mucho menos óptima, y ni siquiera aceptable, porque observando los datos de los estudios de Andalucía y los del Defensor del Pueblo podría decirse que un importante número de alumnos sufren abusos y maltrato durante su estancia en el instituto. Basándonos en los estudios citados, una estimación del número de escolares maltratados que hay en un Instituto tipo de tamaño medio, que cuente con 600 escolares es la siguiente:

Podría afirmarse que en un IES de 600 escolares:

– 192 alumnos son insultados esporádicamente.

– 84 estudiantes son excluidos socialmente o ignorados.

– 25 alumnos han recibido alguna agresión física.

– 20 escolares han sido amenazados.

– 10 alumnos han padecido alguna agresión sexual.

– 39 alumnos han sufrido el robo de alguna pertenencia.

En lo que se refiere a victimización grave, por lo frecuente, podría afirmarse que:

– 33 alumnos de ese centro, son insultados muchas veces.

– 6 escolares son excluidos socialmente.

– 4 estudiantes son objeto de frecuentes agresiones físicas.

– 7 u 8 alumnos son amenazados de manera ocasional.

– 9 ó 10 alumnos sufren robos bastantes veces.

– 1 ó 2 estudiantes son objeto de agresión sexual.

Es decir, los abusos entre iguales están presentes en todos nuestros centros docentes de Secundaria, y son sufridos, presenciados y ejercidos por elevados porcentajes de alumnos/as que de un modo u otro, padecerán sus consecuencias. El día 25 de septiembre de 2004 apareció en el diario El País la esquela de Jokin. En ella un texto de 11 líneas describe el inmenso dolor de los firmantes: “Tu familia”. Ese dolor es lo único que deducimos a través de la esquela. Sin embargo, en la sección de “Cartas al Director” en ese mismo periódico y en esa misma fecha se publica una carta bajo el título “Acoso insoportable”. En ella leemos que Jokin cumpliría ese mismo día 15 años, pero cuatro días antes se había suicidado. Jokin llevaba más de un año soportando humillaciones y vejaciones constantes en su Instituto, y desde hacía varios días, palizas diarias. El hecho sucede en Hondarribia (Guipuzcoa), y Mónica C. Beloza, de Madrid, firmante de la carta, se pregunta…”¿Dónde miraban los profesores mientras Jokin sufría, delante de sus ojos?, ¿Qué hace el Estado con nuestros hijos, en sus escuelas cuando se los confiamos?, ¿Qué clase de mundo estamos construyendo que hace de niños de 14 años torturadores sistemáticos y sin escrúpulos?”.

Ciertamente los profesores tenemos una gran responsabilidad en ello. Y deberíamos prestar más atención para impedir casos como el de Jokin. Para ello es necesaria una mayor concienciación entre los docentes de los efectos devastadores que en determinados alumnos/as puede llegar a producir el maltrato entre iguales. Pero desgraciadamente no solo un elevado porcentaje de padres y madres (50.6 %) no saben que sus hijos son “víctimas”, sino que una gran parte del profesorado ignora realmente lo que está pasando (Byrne, 1994 b; Monbusho, 1994; Defensor del Pueblo, 2000) y de hecho, tampoco se siente preparado para afrontarlo (Byrne, 1994 b). Es el colectivo de profesores el último al que la víctima comunica lo sucedido (Wthitney y Smith, 1993; Defensor del Pueblo, 2000).

Las actitudes de los profesores ante estas situaciones de victimización son decisivas para abordar el problema, y debieran ser sistemáticamente de “tolerancia cero”. Una escasa vigilancia o supervisión en los recreos, la falta de respuesta de apoyo a la víctima por parte de sus compañeros y de sus profesores, la falta de reglamentación sobre el tema, la falta de comunicación con el alumno y entre el propio profesorado, son aspectos organizativos y de convivencia que pueden estar influyendo sobre las conductas intimidatorias (Fernández, 1996).

El abordaje de este problema, que no debe minimizarse en absoluto, es responsabilidad de toda la Comunidad Educativa, y corresponde a las Administraciones Públicas dotar a los centros escolares de los recursos económicos, formativos y personales necesarios para afrontar el problema con garantías. Porque se trata de una cuestión de derechos democráticos fundamentales, por los que el alumno se tiene que sentir a salvo en la escuela, lejos de la agresión y la humillación intencional repetida que implica el Bullying (Olweus, 1998).

Bueno, por hoy lo dejamos. El próximo día pondré una comparativa entre los resultados del Informe del Defensor del Pueblo 2000, y el del 2007 y después os hablaré del marco conceptual en que se inscribe el bullying y de alguno de los modelos de intervención existentes. Saludos y hasta pronto.

2 Responses to “Discrepancia personal con alguno de los resultados del “cuestionario de profesores” del Informe del Informe del Defensor del Pueblo (2000). Consideraciones al respecto”

  1. Estimado Javier: Sigo con interés tus aportes en esta página. Me gustaría hacer unos comentarios acerca de las relaciones familia-escuela, tema muy difícil de abordar y complejo. Me doy cuenta que allí en España sucede lo mismo que aquí en el Uruguay, la exigencia cada vez mayor que tienen los docentes con respecto a tener que abordar aspectos de la educación que competen a la familia. La familia viene delegando cada vez más en los educadores y centros educativos de temas que le competen, por ejemplo la educación en valores, que no digo que sea un tema a ignorar por los docentes pero la formación en esos temas es familiar. Aquí los padres cada vez responden menos a la participación en los centros a los que concurren sus hijos, y a medida que avanzan en edad menos participación tienen. Los motivos para esta ausencia pueden ser muchos, pero los docentes se quejan y con razón, que ven sobrecargados en sus funciones y que muchas veces tiene que actuar como «padres», y obviamente no obtienen la respuesta buscada en los chicos. Es un tema difícil, muchos docentes y centros intentan soluciones creativas para este tema, pero las familias hoy por hoy atraviesan crisis de todo tipo y tienen dificultades para hacerse cargo de sus hijos.
    Cordiales saludos, Laura Monné, CIAPE

  2. Laura, tienes toda la razón en lo que dices. Los profesores de la Enseñanza pública se quejan con toda la razón de la sobrecarga que la sociedad les impone, pero son conscientes de que las familias no pueden atender a sus hijos como quisieran y nosotros debemos dar respuesta a ese problema. Además sabemos que la escuela es la única oportunidad que muchos chicos tienen para «escapar» de un entorno hostil, violento o sencillamente inadecuado, porque sabemos que los chicos más pobres son los que en realidad más carencias tienen…carencias económicas, educativas, afectivas…y sólo la escuela les puede ayudar a salir de ahí. Pero solos no podemos hacerlo. La Administración…el Ministerio de Educación debería aportar mucho más dinero para aumentar las plantillas de profesores de los centros, para descargar algo la labor de muchos, y para que esas «iniciativas creativas» de las que tú hablas y que sin duda muchos docentes tratan de poner en práctica, no acaben como simples «recetas» que no solucionan nada. Ciertamente el problema actual, allí en tu pais y aquí en el mio, es sumamente complejo.

    Un cordial saludo.

    Javier Yuste.

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