Investigaciones relevantes realizadas en Europa sobre el fenómeno bullying

Algunas de las investigaciones europeas, más relevantes sobre el fenómeno bullying son las siguientes:

  • En Finlandia destaca Lagerspetz que en 1982 realiza una investigación con una muestra de 434 adolescentes de 12-16 años. Otras investigaciones son realizadas por Bjorkqvist y cols. 1992.
  • En Inglaterra un autor destacado es Lowenstein, quien en 1974 realiza una investigación con una muestra de 5.774 sujetos con rangos de edad de 5-7/ 7-11 / 11-16 . Otro autor inglés que realiza estudios sobre el tema es Smith ; en 1987 realiza una investigación con una muestra de 6.758 sujetos con rangos de edad de 7-11 / 12-16. Otras investigaciones llevadas a cabo en Inglaterra se deben a Tattum y Lane, 1989; Whitney y Smith,1993; Rivers y Smith, 1994 y a Fatum y Hoyle, 1996.
  • En Escocia es Mellor quien en 1990 realiza una investigación con 942 adolescentes de entre 12 y 16 años.
  • En Irlanda un autor destacado es Byrne quien en 1987 realiza una investigación con 1.302 sujetos con edades comprendidas entre 8 y 12 años. Otras investigaciones sobre el tema, también en Irlanda son las llevadas a cabo por O´Moore y Hillery, 1989; O´Moore y cols. 1997 y por el propio Byrne, en 1994 y 1999.
  • En Alemania es Funk una figura destacada; realiza un importante estudio en 1995. Otros autores que también investigan sobre el tema son Ferstl y otros, 1993; Schubarth, 1993; Schäfer, 1996; Fuchs y otros, 1996; Kaschanipur, 1996; Lösel y Bliesener, 1999.
  • En Holanda destaca el estudio de Mooij quien en 1992 realiza una investigación con 1.065 niños de entre 7 y 8 años. En 1994 realiza otro estudio con una muestra de 1.055 adolescentes de entre 12 y 16 años. Otras investigaciones son realizadas por Junger-Tass, 1996, 1999.
  • En Italia son Genta y col. quienes en 1996 realizan investigaciones sobre el tema con una muestra de 1.379 adolescentes con rangos de edad de 8-11 / 11-14 . También se llevan a cabo otras investigaciones por Baldry y Farrington, 1999.
  • En Grecia es Kalliotis quien realiza en el año 2000 una investigación con 117 adolescentes de entrre 11 y 12 años.
  • En Portugal son Pereira y col. quienes en 1996 realizan una investigación utilizando una muestra de 6.187 adolescentes con rangos de edad de 7-11 / 12-16.
  • En Francia Payet realiza una investigación en 1995 . Otras investigaciones realizadas en Francia sobre el tema en cuestión son realizadas por Fotinos, 1995; Debarbieux, 1994, 1997; y por Ballion, 1996.

También existen en nuestro pais investigaciones sobre el tema del maltrato entre iguales. A partir de hoy iré exponiendo en profundidad las más relevantes de las realizadas en España. Saludos y hasta pronto.

Resultados más relevantes de los estudios de Dan Olweus

De todos los datos obtenidos a partir de los estudios de Dan Olweus, y referidos a la muestra total, los más relevantes fueron:

– Un 15 % de alumnos participaban en las acciones intimidatorias, bien como víctimas, bien como agresores.

– El 9 % eran víctimas; el 7 % agresores; y el 1.6 % habían participado como agresores y como víctimas.

– Un 5 % de los alumnos estaban involucrados en el maltrato más grave (victimización dura ointensa), cuya frecuencia era de un acto de maltrato una vez a la semana.

– Los porcentajes de alumnos que decían ser víctimas decrecían, tanto en chicos como en chicas, a medida que aumentaba tanto la edad como el curso.

– Los más jóvenes y más débiles eran los más vulnerables a la victimización.

– El género del agresor y de la víctima solía ser masculino.

– Había menos agresiones físicas en los cursos superiores que en los inferiores.

– Las agresiones solían ser realizadas por compañeros del mismo curso o de cursos superiores.

Un resultado llamativo por lo explícito que resulta es la diferencia de género en la frecuencia relativa de agresores y víctimas : en los chicos hay más agresores que víctimas en todos los cursos entre 6º y 9º; mientras que en las chicas se invierte esa relación, figurando en todos los cursos, menos chicas agresores que chicas víctimas. Esta diferencia en lo que se refiere al género con respecto a las conductas bullying, va a ser una constante en prácticamente todos los estudios realizados sobre el tema. Las chicas adolescentes (Owens, Shute y Slee, 2000) emplean sobre todo formas indirectas de agresión (extender falsos rumores sobre compañeros/as y la exclusión social) y lo hacen, según explican ellas mismas para mantener amistades, formar parte del grupo de iguales o simplemente buscar excitación. Y son conscientes de que esos comportamientos son tremendamente “devastadores” para las chicas que son víctimas de esta agresión. El informe del Defensor del Pueblo (2000), llega a conclusiones parecidas respecto a esta diferencia de género.

Esas diferencias de género encontradas en diferentes estudios, podrían ser explicadas en virtud del trabajo de Pérez y Flórez (1998). Estos autores, publican en la Revista de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Barcelona, el artículo titulado “Diferencias genéricas en la percepción de acontecimientos estresantes durante la adolescencia”. En este artículo se citan trabajos de Kessler y Mc Leod (1984) ; y de Offer y cols.(1981), en los que se ha comprobado que las adolescentes experimentan mayor nivel de estrés ante los acontecimientos negativos ocurridos a otras personas significativas, que los chicos. Se afirma también, que las muchachas adolescentes son más sensibles que los muchachos a responder enfáticamente ante cualquier tragedia que le ocurra a un amigo/a. Guilligan (1982), afirma que a lo largo del período adolescente, las muchachas son más sensibles y responsables que los chicos ante las necesidades de los demás. Y Borg (1998), en un estudio que incluía a 6.283 estudiantes de 6º grado, concluye que las chicas ante este tipo de episodios violentos, se sentían mal, y expresaban más piedad hacia las víctimas.

Creo que ésto de alguna manera explica esa diferencia de género aparecida en los estudios de maltrato entre iguales. Si las chicas a esta edad poseen mayor empatía que los chicos, es lógico que no haya tantas chicas como chicos actuando como “matones”, y también que éstas presenten más habilidades de prestar ayuda, que los chicos.

He presentado las investigaciones realizadas en Noruega, que por ser pioneras podríamos decir que son las más relevantes en el estudio del maltrato entre iguales o bullying. Por hoy no cuento más. El proximo día os pondré un cuadro con las principales investigaciones sobre el fenómeno bullying en Europa.

Saludos y hasta pronto.

Investigaciones sobre el fenómeno «bullying»

Los primeros estudios sobre el maltrato entre iguales fueron realizados en los Paises Escandinavos. A finales de los sesenta, el suicidio de tres adolescentes que razonaron su decisión haciendo pública la ansiedad que les provocaba sentirse perseguidos e intimidados por algunos de sus compañeros, conmovió a la sociedad sueca y muy pronto las autoridades educativas encargaron estudios exploratorios sobre el nivel de presencia de estos problemas en las escuelas.

El primer trabajo sistemático sobre las conductas bullying fue realizado (o mejor, está siendo realizado) por Dan Olweus, profesor de la universidad de Bergen. Se trata de un estudio longitudinal que comenzó en 1970, y aún hoy sigue desarrollándose. El trabajo de Olweus, desde 1973, requiere especial atención ya que ningún otro es comparable en tamaño y complejidad. El autor ha trabajado en este campo mas de 20 años, lo que le ha permitido acceder a importantes estudios longitudinales. En 1978, publica un libro que va a iniciar el interés social sobre el tema.

El impacto de sus investigaciones suscitó una reacción a nivel Nacional, que llevó al Ministerio de Educación Noruego a desarrollar una campaña de estudio y prevención del problema en 1983. Parte de sus conclusiones han sido corroboradas y ampliadas por él, y por otros autores en el mismo campo, como Lagerspetz K. M. (1982), Roland A. (1987), Ekblad S. (1989), Lindström (1993, 1997), Olweus (1983, 1994), Farrington (1993), Smith y Lindström (1996, 1997).

Olweus trabaja con aproximadamente 1.000 escolares de 6º y 8º grado de Greater Stockholm, (Suecia). Los alumnos fueron clasificados en Agresores, Víctimas y Bien adaptados, en función de las apreciaciones de sus profesores. Se contó también con un grupo de control. La edad media de los chicos fue de 13 años en 6º, y de 15 en 8º.

Se analizaron diversas variables. Un grupo de estas variables se refieren a los alumnos: características socio ambientales, familiares, características externas físicas y psicológicas. Otras variables están relacionadas con los colegios : tamaño, ubicación y profesorado; y por último, se analizó un grupo de variables referidas al clima social en el aula. Los datos fueron recogidos a través de diversas fuentes, como son las opiniones de los profesores, las opiniones de los propios alumnos, y las opiniones de los padres, a través de un cuestionario de autoevaluación (Cuestionario de Autoevaluación Q-Sort); se usaron también sociogramas, métodos proyectivos y escalas sociales.

En lo que se refiere al análisis, cuatro variables fueron incluidas en el modelo final como significativas : el negativismo de la madre (como principal educadora del niño en sus primeros años de vida); el temperamento del chico; la permisividad materna; y los métodos disciplinarios utilizados por el padre y por la madre, tales como el castigo físico y el trato rígido. Todos ellos fueron considerados de gran importancia para el desarrollo de las conductas reactivas agresivas en los chicos. El total de la varianza explicada de la agresividad del sujeto basada en estas variables, fue grande (21-34 % ó 28-43 %, aplicando la corrección del error standar de medición).

Las variables que resultaron ser las de mayor incidencia en el nivel de agresividad del adolescente fueron: Negativismo de la madre y permisividad de la madre. Es decir, una actitud emocional de la madre, como principal persona encargada del cuidado del niño, caracterizada por el negativismo, indiferencia y carencia de afecto, puede resultar en que el chico sea más tarde agresivo y hostil hacia su entorno. También una alta permisividad y tolerancia, una actitud laxa, sin límites claros sobre la conducta del chico, contribuirá sustancialmente al desarrollo de una conducta agresiva en la adolescencia.

Los análisis también mostraron, aunque no con tan marcado nivel de significación que el uso de técnicas punitivas disciplinarias pueden contribuir al nivel de agresión del adolescente.

El nivel socio-económico no presentó correlación significativa con el nivel de agresividad, lo que viene a contradecir la “teoría de la herencia social”.

Los resultados señalan que el problema Bully-Víctima es un fenómeno mantenido que implica al 10 % de la población escolar, distribuyéndose por igual los porcentajes de agresores y de víctimas. El tamaño de la escuela no incide en su aparición, ni tampoco su ubicación. En cuanto a las características propias de cada uno de estos sujetos, observó ciertos signos externos que diferenciaban a los Bully de los Víctimas, especialmente en la fortaleza física. La mayoría de los sujetos implicados eran del sexo masculino. En cuanto al carácter, los Bully son generalmente violentos, autosuficientes, y muestran un bajo nivel de autoestima, mientras que los Víctimas, no son agresivos ni violentos, en cambio muestran un alto nivel de ansiedad e inseguridad. La habilidad intelectual no resultó un factor discriminante ni tampoco el status socioeconómico. Olweus dice que los Bully y los Víctimas son dos caras de la misma moneda, pero con características diferentes.

El autor continuó su investigación realizando un estudio longitudinal en Noruega y Suecia. Encontró que aquellos chicos que a los 13 y 15 años habían sido identificados como Bully o como Víctimas, a los 24 años se encontraban con más probabilidad, inmersos en actividades delictivas y antisociales.

Además del estudio todavía en curso (realizado en Estocolmo desde 1970), Dan Olweus realizó un estudio Nacional en Noruega en 1983; otro estudio a gran escala en Suecia, entre 1983 y 1984; y otro estudio intensivo en Bergen, entre 1983 y 1985. En ellos han participado un total de 150.000 alumnos con edades comprendidas entre los 7 y los 16 años. Para estos estudios se empleó el cuestionario “abusón-víctima” (Olweus, 1983, 1999) que establece una escala de respuestas en cuatro niveles de frecuencia. Este cuestionario ha sido revisado y utilizado posteriormente en muchas otras investigaciones.

Os recuerdo que podeis pedirme a través de “escribe un comentario” que os complete determinada bibliografía; yo os la facilitaré escribiéndola en la categoría de “comentarios recientes”. Otro día os hablaré de los resultados más relevantes de los estudios de Dan Olweus.

Saludos y hasta pronto.

Consecuencias de las conductas bullying

Como os dije el otro día, hoy vamos a hablar de las consecuencias que para cada uno de los protagonistas, tienen las conductas bullying.

Las consecuencias negativas de estos actos no son sólo para la víctima. En ella se producen sentimientos de indefensión, pierden la confianza en sí mismos desvalorizándose su imagen, lo que implica serias dificultades para la construcción de su identidad personal. Soportará enormes grados de ansiedad, fracasará en sus estudios (por la nula concentración, absentismo, bajo rendimiento), podría llegar a intentar el suicidio, y en su vida adulta existirán perturbaciones como depresión y tendencias a la autoinculpación.

Los agresores reciben un refuerzo del comportamiento basado en el poder agresivo, tenderán siempre a autojustificarse, disminuye su capacidad de comprensión moral y de toma de perspectivas, tendrá problemas futuros con la justicia por sus actos delictivos y tendrá posiblemente una psicopatía crónica. En los observadores se generan poco a poco sentimientos de insolidaridad, falta de sensibilidad y empatía hacia el dolor ajeno, creandose así condiciones de riesgo de ejercer ellos mismos esos comportamientos en el futuro.

Por otro lado el temor a ser maltratado, que es una situación diferente a serlo en el presente, que ha sido estudiado por Balding et al. (1996), tiene también efectos negativos por lo que es una situación poco saludable. Estos alumnos, según las investigaciones, estaban menos satisfechos de la vida, con más baja autoestima, con menos control personal sobre su salud, más frecuencia de enfermedades, menos hábiles en presencia del sexo opuesto, y menos capaces de compartir sus problemas con sus padres, que aquellos que no sentían ese temor.

En lo referente al ambiente escolar puede afirmarse que se hace muy difícil el ambiente de trabajo, ya que aumentan las tensiones que podrían desembocar en situaciones más graves, lo cual incide negativamente en el logro de diferentes objetivos.

Al igual que otros comportamientos violentos la incidencia del comportamiento bullying varía en función de otras variables socioculturales. Esta conducta aparece más frecuentemente en escuelas situadas en áreas deprimidas socialmente (Smith, 1991; Furlong et al., 1996), y en estos contextos se da en alumnos mayores, es decir, de 17 ó 18 años, cuando a estas edades apenas existe en otros contextos de mayor bienestar social.

No hablamos más por hoy. En próximas fechas os hablaré de las investigaciones sobre el fenómeno bullying.

Saludos y hasta pronto.

El alumno observador

Hemos hablado ya de las características del alumno agresor o “Bully” y de las características del alumno “víctima. Hoy voy a comentaros las caracteríticas del tercer protagonista…el alumno “observador

Se han estudiado hasta cuatro papeles diferentes en función del grado y el tipo de implicación. “Activos” si ayudan al agresor; “pasivos”, si le refuerzan indirectamente, como por ejemplo, dando muestras de atención, sonriendo, asintiendo, etc; “Prosociales”, si ayudan a la víctima; y “expectadores puros”, si no hacen nada, pero observan la situación (Avilés, 2002).

El papel que desempeña el observador está bastante menos estudiado que el de agresor o víctima, pero se sabe que aun sin una activa implicación, se produce un efecto que cómo poco, puede insensibilizar hacia la violencia y puede inhibir y retraer respuestas solidarias, efectos nada buscados entre los objetivos del centro escolar, ni entre los objetivos de educación familiar, y por supuesto, absolutamente indeseable para la prevención y afrontamiento de la violencia escolar. Pepler y Craig (1995), observaron durante los recreos a alumnos de 6 a 12 años. Se dieron cuenta de que un 85 % de los episodios de violencia o maltrato entre compañeros que se producían, fue visto por otros compañeros que en una mayoría de los casos refuerzan al agresor y se muestran más amistosos y respetuosos hacia éste que hacia sus víctimas. Aproximadamente una mitad de ellos estaban implicados como participantes activos, y la otra mitad se repartía entre alumnos “neutrales” y alumnos que “se sentían mal” al ver pelear a los compañeros.

En las aulas de Secundaria, más de un 70 % de alumnos conoce los casos de maltrato.

En el contexto escolar, las oportunidades de observar agresiones (y también de recibirlas y de ser reforzado por los iguales) son mayores en el recreo que en las aulas (Craig et. al., 2000).

Bueno, lo dejamos por hoy. El proximo día os hablaré de las consecuencias de las conductas “bullying”.

Saludos y hasta pronto.

El alumno víctima

El otro día hablamos de las características del alumno «agresor» o «bully». Hoy vamos a hablar de las características del alumno «víctima«…de ese alumno que sufre las agresiones continuadas por parte de algún compañero.

El alumno “víctima” suele ser chico o chica en una proporción similar. Algunos investigadores (Defensor del Pueblo, 2000), dicen que son más los chicos implicados, y otros (Ortega, 1992, 1993, 1997; Mellor, 1990; Fonzi et al., 1999; Roland y Galloway, 2002) encuentran proporciones similares entre víctimas masculinas y femeninas. Sólo en estudios realizados en Japón (Taki, 1992; Monbusho, 1994), se encuentra que las intimidaciones son dirigidas especialmente a las chicas por lo que éstas representan un número mayor entre las víctimas. De todas formas, la agresividad intimidatoria entre chicas se ha estudiado bastante menos (Olweus, 1998).

En lo referente al ámbito familiar, se indica que una excesiva protección paterna genera chicos/as muy apegados al hogar y sumamente dependientes, rasgo que caracteriza a las víctimas. Esas tendencias protectoras ejercidas en exceso pueden ser a la vez, causa y efecto del acoso (Olweus, 1993). Y precisamente esos padres en una mayoría de casos no son conscientes del maltrato que recibe su hijo/a. El informe Monbusho (1994) expone que el 50.6 % de los padres y madres desconocen que sus hijos son víctimas, también dice que el 67.4 % de los padres se entera por sus propios hijos y no por comunicación directa del Centro educativo.

Se han descrito dos prototipos de víctimas. La “activa” o “provocativa”que exhibe sus propios rasgos característicos que son usados por el agresor para justificar su conducta (“es tonto”, “es un pesado”, “le gusta provocarme”, “me mira con desprecio”, etc), y la “pasiva” o “sumisa” cuando sufre en silencio los ataques del agresor (Olweus, 1991; Trianes, 2000; Avilés, 2002). La víctima, que suele ser señalada como insegura, débil, ansiosa, sensible, tranquila y tímida, y con muy bajo nivel de autoestima (Farrington, 1993) vive el maltrato como una situación “durísima”, como algo que excede sus recursos para afrontarlo y lo vive intensamente.

Entre los estudiantes de Secundaria episodios aislados de bullying pueden originar reacciones negativas, irritabilidad, pánico, falta de concentración por la memoria repetida del episodio, pero si los episodios se repiten y el estrés se va acumulando, es probable que se produzcan sentimientos de soledad, depresión, ansiedad y pérdida de seguridad personal (Farrington, 1993; Hawker y Boulton, 1996; Campart y Lindström, 1997). Existen relaciones entre ser víctimas y el tamaño del grupo (Boulton, 1999). Los chicos señalados como víctimas por sus iguales suelen mostrar mucha conducta solitaria y baja preferencia de los compañeros; lo mismo en las chicas en las que “estar sola” correlaciona positivamente con ser víctima.

Hoy por hoy está perfectamente establecido que la victimización física y la subordinación psicológica correlacionan con sentimientos de depresión, baja autoestima, soledad y ansiedad (Farrington, 1993; Sharp et al., 2000). Pero los estudiantes de Secundaria, perciben como bullying más el acoso y agresiones verbales que el maltrato físico, es decir, experimentan tanto o más trauma debido a agresiones verbales continuadas que a episodios de agresiones físicas (Hood et al., 1992).

Si nos referimos a quienes o qué alumnos tienen una mayor probabilidad de ser víctima de los malos tratos entre iguales, diremos que son los alumnos con NEE (alumnos con necesidades educativas especiales). Diferentes estudios lo ponen de manifiesto. Hay tres factores (Smith, 1999), que incrementan el riesgo de ser victimizado para estos alumnos:

– Tienen características particulares salientes, que les convierten en objetivos de atención.

– Suelen estar poco integrados en las redes de amistad y apoyo de la clase, y por tanto, faltos de la protección que aportan las relaciones de amistad y compañerismo entre los iguales.

– Algunos de estos chicos presentan problemas conductuales que “molestan” a otros y les hacen comportarse de forma que “provocan” la agresión.

Un estudio de Hugh-Jones y Smith (1999), pone de manifiesto que la mayoría de 276 adultos tartamudos, habían sufrido experiencias de bullying en la escuela. Los que habían sido víctimas informaban de haber tenido dificultades en sus relaciones con los compañeros y una mayoría relató que esas experiencias habían tenido consecuencias negativas inmediatas y a corto plazo, mientras que un 46 % informó de repercusiónes a largo plazo.

La salud física, también puede predisponer para sufrir (o ejecutar) violencia entre iguales. Según un estudio (Rigby, 1998), aunque eran las chicas que eran víctimas quienes informaban de más angustia y más repercusiónes de salud física, en general las víctimas de ambos sexos, presentaban problemas de salud física y emocional. Los efectos en la salud se explican teniendo en cuenta que el estrés resulta ser una variable influyente. El estrés provoca ansiedad y problemas emocionales que repercuten, sin duda, en la salud. Podría ser entonces que los niños con NEE experimenten, en comparación con los demás, una mayor severidad en las consecuencias de recibir agresiones en el colegio. Los profesores, hemos de tenerlo en cuenta.

Bueno. otro día seguiremos hablando del alumno «observador«. Os recuerdo que si alguno de vosotros estais haciendo una investigación o sencillamente estais interesados sobre el tema, podeis pedirme que os complete determinadas referencias bibliográficas (las que os interesen)  que yo cito…podeis hacerlo a través de «enviar un comentario» y yo las publicaré en el blog.

Saludos y hasta pronto.

Los protagonistas

Existen tres roles diferenciados entre los participantes de la conducta bullying. El “bully” o agresor, la “víctima” que sufre la agresión, y “los que observan”, es decir, los espectadores, que con cierta frecuencia apoyan al agresor ya sea activamente o con su silencio. Una caracterización de todos ellos que se expone a continuación, puede verse con detalle en Ortega (1998 a) y en Ortega y Mora (1999).

Hoy voy a hablaros sólamente de las características de alumno agresor.

El alumno agresor o Bully”.

Estos alumnos agresores aparecen en algunos estudios como chicos que tienen una personalidad agresiva, es decir, no solo se muestran agresivos con sus iguales, sino también con sus padres y con sus profesores (García Orza, 1995). Suele tratarse generalmente de un varón (Ortega, 1994 a; Olweus, 1998; Baldry y Farrington, 2000) cuyos padres tienden a ser conflictivos, autoritarios e inconsistentes en lo que se refiere a disciplina (Tattum y Herbert, 1997). Estos alumnos agresores tienen en general actitudes más positivas hacia la violencia que los alumnos no agresivos. Con frecuencia se caracterizan por su impulsividad y por una necesidad de dominar a otros. No presentan empatía hacia sus víctimas, o si la presentan, es escasa. Físicamente suelen ser fuertes, y siempre son más fuertes que sus víctimas (Avilés, 2002). No van bien en el colegio desde el punto de vista académico, porque no les gusta la escuela ni sus profesores (Cerezo, 1997; Olweus, 1999). Su status suele asociarse a la pertenencia a un grupo grande (Boulton, 1999), por lo que quizás no exista el agresor solitario.

Algunas investigaciones prueban que estos alumnos agresores, pueden tener problemas de baja autoestima al igual que las víctimas (Parcel y Menagaham, 1993; Webster-Stratton, 1998; O’Moore, 2000). Sin embargo, Olweus señala que en sus investigaciones no encontró ninguna prueba de que los agresores tengan problemas psicológicos de ansiedad o inseguridad. Es decir, no existe consenso en si correlaciona o no el hecho de ser agresor, con presentar baja autoestima. Salvamivalli et al. (1999), opinan que estos resultados aparentemente contradictorios podrían deberse a que se examina la autoestima con cuestionarios tradicionales, y los alumnos agresores difieren de otros alumnos en diferentes dimensiones como “egotismo(1) defensivo.

El status de agresor sobre todo en la Educación Secundaria, se relaciona con comportamientos antisociales como beber alcohol, robar en tiendas, pertenecer a pandillas de barrio y deficiente adaptación a las demandas del centro escolar, con grave riesgo de fracaso (Berthold y Hoover, 2000) y posteriores riesgos en la edad adulta (Caspi, Elder y Bem, 1988; Farrington, 1989) e implicación en conductas criminales (Kumpulainen y Räsänen y Henttonen 1999; Baldry y Farrington, 2000). También tienen problemas psicológicos y psiquiátricos (Kumpulainen et al., 1999) comparados con los alumnos no implicados en el maltrato.

Además, estos alumnos agresores parecen estar faltos de algunas habilidades sociales y cognitivas. Sin embargo existen divergencias en cuanto a los resultados de las investigaciones relativas a este tema. Sutton et al. (1999 b), señalan que podría haber agresores expertos en manipular las situaciones sociales, en organizar grupos, y en utilizar métodos indirectos para agredir.

Son cabecillas que mueven a sus seguidores, que les apoyan o ayudan en la acción agresiva. Es decir, tienen poder social más que físico pero lo utilizan de manera inadecuada. Por ello, la investigación hoy entiende que pueden ser competentes en conseguir sus propios objetivos, pero está claro que su conducta es indeseable socialmente.

Esto indica que el agresor puede presentar dos perfiles de personalidad: “activo”, agrediendo él personalmente, o “social indirecto”, dirigiendo desde la sombra el comportamiento de sus seguidores a los que induce a la realización de actos violentos contra sus compañeros.


(1) : Egotismo : Afán desmesurado de hablar de sí mismo o reafirmar su personalidad. Este término se refiere a que el punto de vista favorable del Yo se ve amenazado por personas o circunstancias, por lo que el adolescente infla sus respuestas, mostrando una superioridad como defensa, y este puede ser el mecanismo que presentan los agresores en relación a sus puntuaciones en test clásicos de autoestima.


Por hoy no os cuento más. Otro día os hablaré de las características del alumno “víctima”.

Conferencia en el IES "Humanejos"

Hoy (12/09/2007) he dado una conferencia en mi instituto sobre el tema del acoso escolar (bullying). Mi principal objetivo era no tanto presentar las características del problema y aportar datos estadísticos, sino concienciar a los profesores/as de la verdadera gravedad del problema. Creo que lo he conseguido.

Características del bullying

A partir de las definiciones anteriores podeis observar que el bullying es un proceso complejo de victimización a otra persona, que va mucho más allá de lo que podrían ser unas “malas relaciones” entre compañeros y se diferencia de éstas por muchos elementos característicos que pueden extraerse de diferentes investigaciones realizadas sobre el tema (Olweus, 1978, 1991, 1993, 1994, 1998; Ortega, 1992,1994 a, 1994 b; Whitney y Smith, 1993; Smith, y otros, 1993; Ortega y Mora-Merchán, 1995, 1997, Carney y Merrell, 2001; Avilés, 2002) entre otros. Podríamos decir que:

– Es un fenómeno social en su naturaleza, que ocurre en grupos sociales relativamente estables en los que la víctima apenas tiene posibilidades de evitar a sus atacantes. Suele silenciarse y reproduce siempre un modelo injusto de dominación.

– Es constante y se prolonga largamente en el tiempo.

– La víctima lo suele vivir con gran intensidad.

– Los ataques que generalmente no son provocados pueden incluir agresión física, verbal, psicológica, directa o indirectamente y todas las posibles combinaciones. Pueden recibirse golpes, patadas, salivazos, empujones, amenazas, aislamiento, robos, ser bautizado con “motes”, abusos sexuales, racismo, etc.

En realidad se trata de “agresiones injustificadas en las que no hay provocación sustancial por parte de la víctima”. Se considera un maltrato entre iguales porque supone una agresión reiterada, tanto psicológica como física hacia una persona de inferior status de poder (Farrington, 1993).

Entre alumnos, las relaciones son paritarias o simétricas, puesto que no contienen roles superiores ni inferiores, pero se dan casos en los que uno o varios niños dominan a otro que se percibe más débil. Se trata de relaciones dominio-sumisión en las que se basan prácticas cotidianas para controlar a otros mediante la intimidación, la falta de respeto y la exclusión (Ortega, 1998 b).

En definitiva se trata de un fenómeno recubierto de silencio que ocurre en grupos relativamente estables, en los que la víctima tiene poca posibilidad de evitar a sus atacantes, y en los que se produce un modelo injusto de dominación. Es constante, es decir, se prolonga en el tiempo y es vivido por la víctima como una situación muy dura, que excede sus recursos para afrontarla. La situación destruye lenta, pero profundamente su autoestima, pudiendo llegar a estados depresivos o estados permanentes de ansiedad, que, como poco, dificultan sobremanera su adaptación social y rendimiento académico, e incluso, en casos extremos, como dice Rosario Ortega, “puede llevarle al suicidio” (Ortega, 1994 a. p. 255). El ejemplo más llamativo fue el de JOKIN.

Bueno, por hoy ya está bien. En proximos días os hablare de los protagonistas : Os hablaré del alumno agresor o “bully”, del alumno “víctima” y de los alumnos “observadores”.

Si alguno de vosotros, interesados en el tema, deseais conocer las referencias de la bibliografía que cito no teneis más que pedírmelo.  Saludos y hasta pronto.

El término BULLYING y su definición

El tipo de conductas citadas anteriormente, se denominan “bullying”. Se trata de un término de difícil traducción a nuestro idioma, y que se usa para hacer referencia al fenómeno del maltrato, intimidación o abuso entre compañeros.

El primer término que se utilizó fue “mobbing” . Se empleó en las primeras investigaciones realizadas en la década de los setenta en el norte de Europa (Heinemann, 1972; Olweus 1973), haciendo referencia al ataque colectivo que emprende un grupo de animales contra un animal de distinta especie, con frecuencia más grande y considerado enemigo natural del grupo (Lorenz, 1963). Pero el mobbing, se limitó a designar conductas grupales, con lo cual no podía usarse para designar las agresiones individuales, que es una modalidad sumamente frecuente, si no la más, entre las agresiones escolares. Para superar esta limitación comenzaron a utilizarse los vocablos anglosajones bully y bullying. “Bully” presenta dos acepciones; a) persona o animal que se convierte en terror para el débil o indefenso; y b) aquel que protege y vive de las prostitutas. Es decir, en ambos prevalece la tendencia a aprovecharse del otro que está en una situación de inferioridad. En castellano habría de traducirse como “intimidador”, si bien, se trata de un término apenas utilizado, adaptándose mejor los términos de “abusón”, “matón” o “chulo”.

Por otro lado el término bullying hace referencia a la acción cometida por el bully o “matón”, considerándose que ofrece una cobertura semántica más globalizadora. Pese a ello “el concepto de Bullying no abarca la exclusión social como forma agresiva de relación pero, aun con esta limitación, proporciona las características básicas para definir el fenómeno (…) y tiene un uso consensuado en la literatura científica que aborda este problema” (Informe del defensor del pueblo, 2000, pp 27-28).

El “bullying” es un proceso complejo de victimización de otra persona que va más allá de las simples discusiones o malas relaciones entre compañeros, y que se diferencia de éstos por su naturaleza, su duración, su intensidad, sus formas, sus protagonistas, sus consecuencias y sus ámbitos. Ha sido definido por diferentes investigadores en la forma que describo a continuación.

“Subconjunto de conducta agresiva en la que hay un desequilibrio de poder y donde el acto agresivo es repetido todo el tiempo” ( Olweus, 1978; 1991; Smith y Thompson, 1991).

“Una persona es intimidada si está expuesta, repetida y duraderamente a acciones negativas por parte de otro u otras personas” ( Olweus, 1987 a).

“Conducta de persecución física y/o psicológica que realiza un alumno o alumna contra otro, al que elige como víctima de repetidos ataques. Esta acción negativa e intencionada, sitúa a la víctima en posiciones de las que difícilmente puede salir por sus propios medios” (Olweus, 1993).

“Se trata de un sistemático abuso de poder” (Smith y Sarph, 1994).

“Sentimiento de ser maltratado injusta e impunemente de forma prolongada y la sensación de indefensión que provoca el no saber salir, por los propios medios, de esa situación social” (Ortega y Mora-Merchán, 1997).

“Es un tipo de conducta dirigida a hacer daño; es repetida en el tiempo; y se produce en el seno de una relación interpersonal caracterizada por un desequilibrio de poder” (Olweus, 1999).

En el Informe del Defensor de Pueblo (2000), se indica que el término bullying puede traducirse como “intimidación” y refiriéndose a la persona podría aplicarse a los más coloquiales de “matón”, “abusón” o “chulo”.